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miércoles, 20 de enero de 2016

Petada de Trafficante a Rosatto

Esta tarde (hora española), la famiglia Trafficante ha petado la sala de la famiglia Rosatto "por traición a uno de los nuestros", según ha declarado el Don de Trafficante, ,Onda. No se conocen más detalles sobre el asunto que originó la petada, pero asistimos a la destrozada sala Rosatto para verificarlo, donde numerosos miembros de Trafficante y otras famiglias celebraron el ajuste de cuentas.

Así quedó tras el trabajo de la famiglia de Tampa, Florida, lleno de insignias de Trafficante. Podemos ver las notas de la pared, y fotos también en forma de T como la que vemos ahí, la de su boda. El perrito lo dice: Oye, ,Onda, ¡tenemos que hacer algo divertido! ¡Si un día no te diviertes, no merece la pena levantarse! Desde luego, hoy se ha divertido.
Informando desde los Sneaky Flanders,
fatyy-way

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miércoles, 7 de noviembre de 2012

Me has dejado tan colgado que no sé ni dónde voy.



Grimmauld Place, 12. Siempre ha sido una dirección temida. La comunidad mágica lo sabe. Londres lo siente. La casa ha sido una fuente de magia negra desde su mismo principio, escondida entre hormigones. Con sus cuatro pisos y sus interminables corredores y sus innumerables puertas.
Los muros de la antigua morada de la noble familia Black encierran secretos y gritos ahogados. Selectas fiestas donde los invitados visten sus mejores túnicas y pieles. Importantes reuniones en el despacho del patriarca, cerrado a cal y canto, donde se pueden oír voces subidas de tono y de vez en cuando los resplandores de la varita se cuelan por debajo de la puerta.
Cuántas veces se ha derramado sangre en ese mismo suelo, cuántas veces habrán rebotado los sollozos en esas paredes. Los cuadros tienen memoria y recuerdan la terrible noche en la que Alphard fue expulsado de la familia, cuando Sirius abandonó la casa, cuando un elfo olvidó lavar un mantel o ese asesinato de un mestizo cualquiera ya olvidado. Han pasado demasiados años y sin embargo, hasta las torres más altas tienen que caer y Grimmauld Place, mancillada ya por la Orden, se convierte en ruinas esa tarde.
Deja de ser lo que era y empieza a contar desde cero en unos segundos. En el momento en el que Sirius y Euphoria empieza a berrear por toda la casa y The Kinks parecen actuar allí mismo, huyendo del cielo encapotado de la ciudad, quitando telarañas. Tío y sobrina cantan como mejor saben, desafinando, llevando las notas demasiado lejos, con rebeldía, siendo los gamberros que son. A Euphoria le brilla la mirada. Sirius parece tener diez años menos, Fred sonríe, Harry olvida qué significa guerra y la señora Weasley riñe al animago cuando se sube al sofá jugando a ser estrella del rock. Euphoria ha cogido una escoba y cada vez que él insiste con you really got me le da mil vueltas y la aporrea, porque esa tarde no existen batallas ni peligrosas familias ni poderosos magos. Esa tarde los Black renegados tienen los ojos grises más grandes del Reino Unido y llevan una canción clandestina como himno.

Nunca he sabido llevar un blog y esta no es la excepción. Publicar regularmente, atender a los demás blogs, soy incapaz. Aún así, me encanta escribir. Escribo con la BlackBerry, en las libretas de clase, en la tabla de mi escritorio. Frases, relatos, drabbles, da igual.
Escribir es un arte, es libertad y es soñar. Poder estar donde quieras, con quien quieras, en el momento que quieras. Elegir si nieva o hace cuarenta grados a la sombra y si el malo acabará muerto o en lo más alto. Cuando puedes estar en medio de una guerra mundial o ser alumno de Gryffindor. Es magia y es una maravilla que medio mundo no conoce.

Como toda persona humana, soy vanidosa y engreída. Me gusta que me diga que está bien, que les ha encantado aunque a mí no me cuadre. Me gusta ordenar las letras para que tengan sentido, para que emocionen y para que haya alguien ahí que las lea. Tal vez no pueda tener un blog decente, pero este va a ser mi espacio donde colgar lo que escriba. Sin atarme, ni tener ninguna obliagción. Subo cuando quiero, sólo lo que me gusta y no porque haya prometido una próxima entrada. Relatos sueltos, fics de personajes que tú no conoces, lo que sea que salga.

Porque, y no sería la primera vez, esforzarse por tener esto medianamente bien ha hecho que le coja asco y lo acaba cerrando. Pero yo no soy medianamente bien, ni mucho menos. Soy joven, soy desordenada, soy dejada y 'no sé muy bien lo que significa ''constancia''. Sólo te puedo prometer que doy todo lo que soy en cada escrito.

Para mi público fantasma o para ti, que estás ahí. Si alguien lo lee: gracias y hasta pronto.

jueves, 28 de junio de 2012

Adiós y otras palabras impronunciables.


Las calles adoquinadas se hielan y París parece el fantasma de lo que fue en su día. La niebla engulle la ciudad a su paso sin piedad ninguna y su centinela, la torre Eiffel, también ha sucumbido a la espesura convirtiéndose en la sombra de un gigante. La primavera está calando en las costillas de la metrópoli pero sigue sin dar tregua.
A esas horas de la mañana cuando el sol aún no puede con los espectros de la noche, parece que todo está más prohibido que nunca. La ciudad se está desperezándose, quitándose los restos de la madrugada mientras sus inquilinos se preparan para otro día. La gente que anda por las calles a esas horas son desgraciados trabajadores o ejecutores de malas artes.
Y ella.
Ella, que taconea con nerviosismo mientras el barrio Latino le da la bienvenida. Adèle camina deprisa por el boulevard Saint-Germain con el corazón por la boca. La acompañan las miradas recelosas de los gatos callejeros, pero no tiene tiempo para fijarse en nada más que en la hora. Va a llegar tarde, y él no va a seguir esperándola. Ese pensamiento le envenena la sangre y lo elimina rápidamente de su cabeza. No quiere ni imaginarlo.
Lleva al café resoplando, pero no pierde un solo segundo en tomar aliento. Va a tener toda la vida para respirar, no le importa ahogarse en esos momentos. Pasa por la puerta y hace sonar las pequeñas campanas que indican la llegada de clientes. Le recibe una mirada somnolienta desde la barra y, más alejada, la que ella busca. Bruno le ofrece una sonrisa cansada desde una esquina escondida y resguardada.
Algo dentro de Adèle hace clic y en seguida deja de sentirse atacada, al ver a su amigo de ojeras por los tobillos. Se acerca a la mesa y se sienta con aires fugitivos para acercar la cabeza a Bruno y hablar en un tono apenas audible.
-Creía que no me esperarías.
-Creía que no vendrías.
Ambos reposan sobre sus asientos y se miran largamente. Es ridículo pero ahí están. Es una despedida y hay que aguantarla.
-¿De verdad tienes que irte? –Adèle dice por fin lo que quiere preguntarle desde hace semanas.-No tienes por qué. Podemos esconderte. No podrán encontrarte…
Bruno esboza su sonrisa triste de siempre y la observa. No dice nada pero Adèle entiende lo que dice su mirada y no puede evitar romper a llorar en silencio cuando se da cuenta de que es inevitable. Su amigo tiene que irse. No hay peros ni escusas, es la hora de que Bruno abandone la ciudad que tanto quiere. Él, que siempre se ha resignado preparándose para lo peor, alarga la mano y hacia la de la muchacha y se la coge, haciendo que le mire.
-Por dios, Adèle, no llores. Sabes de sobra que vamos a volver a encontrarnos.
La francesa toma aire y le mira. No sabe si es por su mirada tranquilizadora o su tono, pero al instante parecer tener la sensación de que París volverá a estar abierto para ellos, de que las largas noches bailando con el gramófono o recitando a algún autor maldito, como lo están todos los escritores incluido Bruno.
Adèle se restriega los ojos con la mano que le queda libre y respira profundamente. En ese momento los dos parecen diez años más viejos y el único espectador de su despedida es la vacía taza de café que Bruno vació hace media hora.
-¿Me lo prometes?
-Te lo juro.
Él tiene que irse ya, y cuando terminan de despedirse de la boca de Adèle va a salir un adiós. Triste y profundo, al final no puede y lo reemplaza por hasta pronto. Bruno se va del café entre brumas y con una promesa entre los labios. Para cuando Adèle abandona el café el sol ya ha salido pero París parece más triste que nunca.